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Se trata de una calle de las más pobladas y bulliciosas del municipio, situada al norte de la población. Recibe su nombre por ser una punta a modo de pico en el plano del casco urbano, además de los montes y riscos en los que termina la calle. El principio o fin de ésta, es, según se mire, el puente de La Presilla, que está construido sobre el río de La Martina, nombre de una de las más poderosas sierras que constriñen a la villa. Algunos metros más arriba se encuentra una pequeña presa que le da el nombre. No tenemos noticias documentales de este bello y agreste puente que, en otro tiempo, era la puerta de entrada a los valdepeñeros y noalejeños que se acercaban a nuestro pueblo.

Une los barrios de los Picachos con la Rotura y, en años generosos en lluvias, hace que pasear por sus inmediaciones sea un remanso de paz y belleza.

Los Picachos | Frailes

En otro tiempo, por estos lugares se contaban viejas y apasionantes historias de apariciones y miedos inexplicables, no debiendo olvidar que el cementerio se encontraba por estos andurriales. Tal vez, éste hecho o la falta de alumbrado, que hiciese ver con claridad que las sombras no eran 'viejas cerniendo higos' ni 'encantás', hizo que ésta zona apenas se poblase a favor de la zona sur, hacia la que hoy día se está extendiendo el pueblo.

La primera noticia documentada en el archivo frailero es de 1872. En sesión extraordinaria, el cabildo frailero acuerda construir de piedra algunos puentes, entre ellos este de La Presilla. El argumento está claro, el peligro para las personas y ganado que deviene de los pontones de madera, que se pudren por la humedad y que las crecidas de los ríos arrastran con facilidad, provocando ello la incomunicación de los vecinos. Además, en este lugar se encontraba situado el cementerio y era problemático, en ocasiones, llevar los cadáveres hasta el camposanto.

Dejamos el puente y nos fijamos en una oquedad cubierta de follaje, se trata de la Cueva del Tesoro, generadora de leyendas. Se cuenta que, en tiempos de los moros, esta cueva guardaba en sus entrañas tesoros incalculables en joyas, monedas y toda clase de riquezas procedentes de las razzias y rapiñas de los moros. También se dice que esta cueva era muy larga y tenía una salida a las Eras del Mecedero. Hoy en día esta comunicación no existe, pues la roca caliza ha cerrado esa vía de paso. Cierto es que se trata de una leyenda y que ningún espeleólogo ha entrado para su estudio en el interior.

En estos barrios se acomodaron los gremios artesanales herreros, carpinteros, barberos, zapateros y tejedores, que tenían sus talleres en estas calles y hasta un casino y un casinillo, como se les conocía a los locales en los que se servía bebidas espirituosas y se jugaba a las cartas (póker, julepe, platillo) que desembocan en la calle Mesón, lugar de descanso y refrigerio.

Como calle singular encontramos la calle Amargura, en referencia al encuentro de la Virgen María con su hijo Jesús. Callejuela que también se le conoce de modo popular como 'Callejón de la Bomba', por el proyectil que estalló en esa calleja en la Guerra Civil, aunque no fue el único, también en las vegas de la calle Elvira, en la calle Mesón número 3, en la casa de Francisco Garrido Elvira, etc.

Los Picachos | Fuente | Frailes