EXPRESIONES DE NUESTRA CULTURA
Completan el acervo frailero unas interesantes muestras de canciones y danzas populares...
Iniciamos nuestro peculiar recorrido por el calendario agrícola como hilo conductor de nuestras tradiciones. En otoño las reuniones en casa de algún vecino eran frecuentes, se deshojaba el maíz y procuraban los mozos ponerse al lado de la que más les gustaba por si les salía una mazorca roja y poderle dar un abrazo; tras la tarea había baile.
En un pueblo profundamente religioso como es el nuestro, los cantos navideños adquieren un gran valor sentimental. Como preludio al nacimiento del Salvador, estaban las “Jornadas”, nueve días anteriores al 25 de diciembre. La riqueza de villancicos en nuestro pueblo es tremenda y citaremos a modo de ejemplo “La Feliciana”, o “Vengo de moler”.
El carnaval también nos ha dejado perlas en forma de canción que los mayores aún nos recuerdan. En carnaval el ingenio se desbordaba y eran muchos los músicos y letristas populares que con inmensa perspicacia recogían los acontecimientos más representativos a lo largo del año.
En Frailes se bailaba la jota, que está considerada como un cante y baile característico de Aragón, aunque en el lirismo popular es típico de casi todas las regiones de España. De los montes de Málaga, nos llegan los alegres verdiales. Pudieron recalar en nuestra comarca con las recuas, que procedentes de Vélez-Málaga, traían el pescado. Se les conoce a éstas danzas como fandango, malagueña, o “robao”, ya que se trata de quitarle la pareja al compañero.
Danzas de singular importancia en Frailes son la llamada “Malagueña de Frailes”. También se bailaba “La Culebra”, por la ejecución de sus pasos. “La Diana”, que daba comienzo a la fiesta, o “La Trágala”, que es una mazurca que presenta una gran similitud con los paseíllos militares franceses y es la más antigua de los bailes fraileros.
El traje típico. Según el cronista Alfredo Cazabán, el traje es derivado del jaenés. El masculino es sencillo, airoso y rico y de sugestiva luminosidad con las botonaduras de plata sobre el paño negro. Tiene todo él un ritmo de gentil elegancia, recordando a una Andalucía serrana en la que se unen orígenes de castilla con donaires de tierra baja. Camisa blanca con cuello, chaleco con delanteras de ricas telas y botonadura de plata, chaqueta, pantalón a la rodilla, ambos con botones plateados y en la cabeza sombrero “catite”. En cuanto a la ropa femenina, “armilla” como camisa, para la falda meriñaque y refajo profusamente bordado, que se cubre con una sobrefalda, delantal, mantón y faltriquera para completar el traje.
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